Al mercado de San Juan (Ernesto Pugibet) se va con ganas de ampliar el paladar con sabores que desafían lo cotidiano. Puedes pasar media hora saboreando quesos y embutidos, descubriendo el rambután o más de diez variedades de hongos japoneses. Mientras te adentras en sus pasillos, más rarezas encuentras como escorpiones bañados en chocolate o arañas fritas con chilito piquín. ¡Éntrale!, porque los insectos y las carnes de caza sostienen su reputación como el mercado más exótico de la ciudad. Aunque no necesites carne de armadillo, cocodrilo o iguana, la experiencia se enriquece con la posibilidad de explorar lo inusual. Además, aquí hasta las quesadillas llevan salsa de hormigas chicatanas o alguna delicia parecida. Con sus raíces hundidas en la época prehispánica, este mercado es un espacio vivo, un punto de encuentro de culturas, sabores y personas; un cálido abrazo de la rica diversidad capitalina.