Es una religión chilanga que a todas horas practicamos. Hay tortas de tiendita, de puesto callejero, de cantina, de tortería (de tamaño descomunal); todas veneradas por ser comida de faena, batería diaria y accesible. De milanesa, quesillo, sal- chicha, huevo, pierna o de todo junto, la torta es el sustento nuestro de cada día.
En esta ciudad sin mar se comen muy buenos mariscos. Hay tostadas de ceviche, aguachile o la clásica de atún con agua- cate, poro frito y mayonesa (inventada aquí). Hay pescadillas de minilla (con harto limón), pescados rebozados y cocteles «curacrudas» con salsas picantísimas.
El triunfo del hogar contra la oficina se come sin cubiertos y se sirve con doble tortilla, arroz y uno o dos guisados (cada día uno distinto). El taco de guisado es lo más cercano a la comida casera para quienes pasamos diez horas al día lejos de casa. Aparece a la hora del hambre en puestos semi fijos o hasta en las cajuelas de los coches.
cdmx es la capital de los tacos. ¡Aquí viven todos! Cada día hay uno nuevo y ninguno es igual al anterior. Hay tacos de cabeza de res, de barbacoa, a la parrilla, de cochinita, de carnitas, de mixiote, de milanesa y ¡hasta de chilaquiles! Y también están sus primas, las flautas, nadando en crema y salsa verde cruda.
Este caldo es el más chilango de todos. Alimento de pobres, tan espeso, generoso, picoso y rudo que levanta cualquier alma en pena. Hechas de huesos de cerdo, chile guajillo, epazote y trozos de pan frío remojado, las migas nos recuerdan que nunca hay que juzgar una sopa antes de probarla.